LOS GAGONES





                       LOS CAGONES



Al compadre Lisandro lo habían seguido de la hacienda del señor Santacruz pa abajo. Allí, en San Miguel, en una curva muy miedosa, andaba enamorando a la comadre Inés Goyes y nosotros vivíamos de la piedra zumba más abajito.

Él estaba bajando bien de noche, cuando más allá, en una curva donde había una cruz, La Cruz de Mayo, (donde mataron al finado Juan Delgado), sintió dos perros que iban por el lado de arriba de la cuneta, uncidos, enredados, rechinando, como arrastrando cadenas y gritando: “CAGUÍN CAGÓN, POR VOS COMPADRE, POR VOS COMADRE”.

A él le llegó un viento helado y más abajo quisieron, también atajarlo. Entonces el compadre Lisandro se regresó y nos contó que abajo andaban los Cagones y no lo dejaban pasar.

Otro cuenta que venía de Imués en un aguacero torrencial y allí, donde está la gruta de la Virgen, en Chirristés, alrededor de las siete de la noche, vio dos animalitos chiquitos, que tenían la figura de unos marranitos, uno encima del otro. Cayeron del potrero de la gruta, a la carretera. Allí pasaron rodando; pasaron a la vía que conduce a Pasto y luego a lo profundo del cañón.

Al ver esto se me enfrió la sangre; parecía que se me agrandaba la cabeza y que el sombrero venía en el aire. Enseguida pensé que eran Los Cagones, resultantes de dos compadres, hombre y mujer, que viven en pecado.

Compadre y comadre están como accidentados, esto es, inconscientes, ruedan a lo profundo y sus almas están en otro tiempo, ellas ruedan por otro lado.

Cuando hay alguien que tenga buen espíritu, potente y teniendo un machete listo, se les da un machetazo por la mitad y, al hacerlo, se puede ver que son los Cagones.

Al otro día, quienes han sufrido el machetazo, amanecen, el hombre con la punta de la ruana o del saco cortado y la mujer lo mismo, en la punta del pañolón. Esto a mí no me consta, pero a los Cagones sí los vi.

Anteriormente, eran muy pomposas las fiestas de la virgen en Imués y nadie se perdía las vísperas. De Guarcochud, bajamos una tracalada grande. A la orilla del camino viejo, había una casa botada, la de don Julio Pantoja, en el partidero  hacia el rincón del Lechero.

Veníamos de Imués ya tarde de la noche. Sentimos un ruido como de rastra, como cueros de  secar trigo y, con mucho miedo, nos  metimos al  corredor de la casa y allí los vimos. Eran un par de gatos que bajaban uncidos, renegando y maldiciendo y siguieron camino abajo. Desde el Parapeto se oían sus gritos y chillidos. Eso pasa cuando están enamorados entre compadres, no eran otra cosa que Los Cagones.

Muchos dicen que  se manifiestan de diferentes modos, siempre como animales, macho y hembra, uncidos. Y que son compadres, que cuando muere uno, viene a molestar al otro, y si han muerto ambos, se encuentran y aparecen, como hemos contado. Generalmente lo hacen en las  noches oscuras y lluviosas. Los dos van por las orillas de los ríos, por las zanjas o por las peñas abajo, siempre gritando, como en vida:   “CAGUÍN CAGÓN, POR VOS COMADRE, POR VOS COMPADRE”, sin dejar vivir tranquilos a sus familiares y a las comunidades, a las que en vida pertenecieron.

Caen de cabeza, boteando a las profundidades  y de ahí ya no se los ve más, a menudo. Sólo estando vivos, molestan bastante. 



JUSAVÍ.

El Guabo, Chapacual, 15 de Mayo del 2014.

Relato Leyenda, reconstruido a partir de informantes de Piedrancha, Ricaurte y de varias veredas de Imués, Departamento de Nariño.


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