APRENDER, NATURALEZA INTRÍNSECA DEL SER.



            APRENDER, NATURALEZA INTRÍNSECA DEL SER.

                        (RECORDATORIO)



En principio es obvio acceder al concepto de Aprendizaje, sin condicionarlo a lo humano, porque es propio de todo ser en el espacio cósmico de la naturaleza, contextualizado, también, en los territorios imaginarios de la inspiración creadora.

De vieja data ha sido imperante la dicotomía ENSEÑANZA-APRENDIZAJE, en los currículos programáticos de los diferentes niveles educativos, sin considerar, epistemológicamente, la capacidad inherente de la formación crítica y creadora que constituye la fortaleza ineludible del educando.

De esta manera se han elaborado paradigmas o esquemas que respondan mejor a los intereses de quienes, en cualquiera época de la Historia, detenten el poder económico y político de un Sistema.

No es solamente necesario asomarse, por ejemplo, a la filosofía moderna francesa, con Deleux, Foucault, Bachelar o a la alemana con Nietzsche y otros varios; incluso a literatos como Balzac, Dostoievski, Cervantes, en la Narrativa, o poetas reflexivos como Poe, Silva o Arturo, en nuestro entorno, sólo por mencionar algunos, para reflexionar evidentemente la dinámica de la comprensión que me ocupa.

Tal vez la Universidad Pública, con excepción de sus programas en las Facultades de Educación, en varias de ellas, podría exonerarse de los paradigmas impositivos.

Desde la concepción, el feto, en su formación psicosomática, inicia su proceso de aprendizaje, lógicamente influenciado por la fuerza del entorno vivencial de la madre.

En ningún momento, sus padres, en primera instancia, asumen obligación alguna de enseñanza. No es posible esto. Si acaso, con conocimiento de causa, influyen de otra manera, más frecuentemente artística, sobre el vientre gestante, para incidir en él mediante sonidos armónicos que les hace pensar estar formando un artista.

El niño, una vez frente al mundo que lo rodea, no se puede calificar como una vasija vacía que se tiene que llenar con la enseñanza de saberes, quizá alienantes, que no harán otra cosa que castrar su curiosidad, principio fundamental del conocimiento dado en su acontecer y que se debe, eso sí, orientar y dirigir conjuntamente por sus padres y sus maestros, hacia, también, la cientificidad de su desarrollo.

Muchos, quizá sin lograr por lo menos la educación primaria, máximo hasta un quinto año de escuela, logran su cometido en la existencia. Quizá solamente se puedan excepcionar algunos y no por su falsa culpabilidad, sino por taras o errores cometidos en el nacimiento. No obstante son dignos de comprensión y de atender en ellos los intereses que muestren, por la propiedad intrínseca.

Basta, para quienes reflexionan, hacer una lectura consecuente del mundo y deducir conocimiento y saberes de la positividad y negatividad del planeta, no obstante violentado por el género humano.

Asistir, por ejemplo, a una fiesta campesina, a un taller artesanal de cualquiera índole, casi siempre o quizás siempre de orden empírico, constituye una excelente lectura de la dinámica de los modos de producción de los objetos reales convertidos, mediante el pensamiento, en objetos de conocimiento o si se quiere, paralelamente, desde la creatividad del pensamiento, la realización de los mismos en objetos artísticos, mejor que artesanales y también de servicio, elaborados por el pueblo. (Marx y Platón).

Mediante la comprensión de los territorios imaginarios, quizá, el Instituto Andrés Bello instauró El Instituto Andino de Artes Populares, (IADAP), para la investigación de la producción artística de los grupos populares marginados, muchas veces excluidos. Por la acción misma del ser investigador, no escaparon a esta enriquecedora labor del conocer los centros no sólo rurales sino urbanos en el contexto multiétnico.

Por sugerencia de quien suscribe, entre otros, el  IADAP pasó a llamarse INSTITUTO ANDINO DE CULTURA POPULAR, cuyo trabajo, en Nariño, dio origen a la Maestría en ETNOLIERATURA, de la Universidad de Nariño, con relativo éxito, dada la influencia mediática de intereses suficientemente conocidos.

Este Post-grado va más allá de la simbolización oral de esquemas denominados literarios clásicamente. Simboliza, de la naturaleza, todos sus haberes: animales, plantas medicinales o no, etcétera, el mundo que observa y lee cotidianamente e implica su actuar crítico y creativo en el contexto del símbolo.

El dialogar personalmente con Artesanos nariñenses del Carnaval, me permitió lecturas que cambiaron, en gran medida, mi observación ecléctica. ¿Cómo podemos elaborar carrozas que recreen nuestros contenidos ancestrales si los calificadores que nos imponen, desconocen nuestra cultura? Me decían ellos.

Ciertamente los Directivos del Carnaval Pastuso, más exactamente, designaban calificadores ajenos al Departamento de Nariño y quizás ignorantes de su cultura, como aún acontece.

Por fortuna bien entendida esta cuestión y después de continuadas charlas, suscitadas por el IADAP de Pasto, la dirección nombró a críticos y a artistas sabedores regionales para el examen de contenidos del Carnaval y su creatividad.

Entonces se re-instauró la imaginación creadora con contenidos más auténticos y ajenos a los que antes primaban pro satisfacción de los jurados, amén de la ignorancia y del entender de la región. Se acabaron temas como la mujer biónica, el ratón Mickey, supermán, entre tantos, y aparecieron, con mayúsculas, nuestra TUNDA, EL RIVIEL, EL CARRO FANTASMA, EL CURA DESCABEZADO, LA PATA SOLA y muchos más temas renovantes de nuestra cultura.

No podría nunca olvidar a artesanos ganadores como el maestro Zambrano, a mi amigo Chicaiza, cultores que fortunosamente constituyeron escuela y sus descendientes continúan su sendero.

Sea oportuno, en esta reflexión, recordar a artistas muy reconocidos mundialmente como BOANERGES MIDEROS; a directivos como EUGENIO CABRERA y muchos otros ecuatorianos que hoy brillan aún más en la nueva Patria Ecuatoriana, gestores del IADAP, Institución que, mediante concurso, pudimos instaurar en Pasto.

En la actualidad, Nariño con sus ciudades, sus pueblos, sus veredas, simboliza la creatividad y el avance consciensal, no solamente nacional, sino internacional a través de sus implicaciones multiétnicas y pluriculturales.

Recorriendo campos veredales; charlando con sus pequeños agricultores, ganaderos, artesanos, músicos, productos de su fuerza cognoscitiva empírica, aflora a mi mente la frase del ilustre tratadista Rousseau en su Emilio: “El hombre nace bueno y la Sociedad lo corrompe”, que no tiene total aplicabilidad en estos grupos mejor consolidados en su innatismo.

Y para terminar y sintetizando, tengo la certeza de que, parodiando a Nietzsche, quizá en su obra “La Genealogía de la Moral”, nunca se podrá enseñar nada a quien nada sabe y sólo se puede aprender aquello que ya se conoce.



JULIO ERNESTO SALAS VITERI

Chachagüí, 22 de Noviembre de 2013.



PROHIBIR Y SANCIONAR






             
                               PROHIBIR Y SANCIONAR.


                                 (Cuento)




Rubias, blancas, morenas, amarillas, todas vestidas en hermosos colores, con peinados espléndidos, demostración de la más alta técnica de producción de las muy buenas fábricas de muñecas, muy bien agrupadas y colocadas en bellos muñequeros, eran observadas por niñas de diferentes edades y tamaños, con los ojos llorosos y absorta contemplación, bajo llave con la inmensa ilusión de abrazarlas, acariciarlas, jugar con ellas, bañarlas con buen jabón y champú o, por lo menos tocarlas, pero todas sus ilusiones eran en vano, sus padres les habían prohibido.

 Es cierto que eran de su propiedad, sus padres se las regalaron, pero para que no las dañasen y simplemente las tuvieran gozando de su vista. El muñequero se construyó para eso, constituía un excelente regalo.

Por otra parte, toda clase de juguetes, también muy bien diseñados, especialmente para varones, carritos conducidos a control remoto, controlados por los padres para su excelente conservación y con la firme prohibición de dañarlos o pretender cambiar su estilo, a camiones, camionetas, por ejemplo, o verificación de su maquinaria, cambio de repuestos, todo esto que la curiosidad de los niños hubiera podido imaginar y ejecutar como lo observaron siempre en los mayores, en los objetos reales de libre manejo y servicio para la comunidad.

Muy natural pretender hacerlo, la investigación nace con la curiosidad y la libertad de descubrir todo aquello que exista más allá de lo que sus propios ojos observasen. Tristemente sus deseos estaban prohibidos, se sancionarían duramente, si dañaban un juguete de tan alto costo.

Así, sin más ni menos, se puede empezar esta narración, desde la Irresponsabilidad prohibitiva.

Muchas cosas vendrán, hechos sucederán y el mundo pleno de errores, de horrores.

Observando su precioso muñequero, se preguntaba y preguntaba María, la hija menor de la familia.

– Por qué mi papá y mi mamá, hermanitas, no me dejan tomar mi muñequita, la más bonita que tengo, pero está encerrada con las demás, yo quiero bautizarla - 

 - Creo que ninguna está bautizada, ¿a Ustedes las dejaron? - pensaba y decía. –

-        No, contestaban su hermana, Juanita.

-      Ellos no las regalaron, pero nos prohibieron tocarlas-

-  Cuántas veces hemos querido bañarlas y peinarlas, porque están sucias y desarregladas, pobrecitas de tanto estar encerradas.

- Pero no nos dejan, nos prohíben; dijeron que había que cuidarlas para que siempre estén limpias y bonitas y sólo allí en el muñequero se pueden conservar.

-       Marujita, insistía.

-       Eso quiere decir que ellas nunca mueren, Juanita, nuevamente preguntaba Marujita.

-       No hermanita, las muñecas son solamente juguetes, ellas no tienen vida y nunca mueren. Lo que pasa es que si nos las dejan sacar, dicen que las destruiremos.

-       Entonces no son nuestras, decía, nuevamente, Marujita.

-       ¿Para qué las compraron, sólo para adornar la Sala y mostrarles a los demás el muñequero tan lindo que dizque tenemos? Concluía María.

-       Sí, parece que así es. Contestaba Juanita.

-    Y a Luisito sí le dejan coger sus carritos ¿Por qué?, insistía María, la pequeñita de la casa.

-       Sí, respondía Juanita.

-       Pero vaya y dañe alguno, ya te has dado cuenta el regaño que se le viene encima, agregaba Juanita.

Luisito, el hermano mayor de los miembros del hogar, no era ajeno a esta situación y había empezado ya a maquinar la manera de cómo, cuando sus padres, Antonio y María, no estuviesen en casa, llevar a feliz término la realidad de sus propósitos.

Mientras tanto, sus padres de ellos, después del trabajo, porque los dos se ocupaban en empresas privadas, aunque no eran lo suficiente bien pagados, de no estar en casa viendo novelas o partidos de fútbol a través de las informaciones mediáticas, asistían a restaurantes o a clubes no de altura, acordes con sus ingresos.

Mal haríamos en pensar que sus cerebros no estaban lavados, en el contexto de la mayoría de los colombianos, por las informaciones mediáticas concurrentes con la ideología dominante.

Puede pensarse, también, que en las llamadas clases altas, este fenómeno no se diera. Ellos conocen perfectamente que a quien hay que mantener alienados es a los empleados públicos o privados, dependiendo siempre de los intereses de la dominancia.

Luisito, aproximadamente de diez años, reunió a sus hermanitas, respectivamente de ocho y seis años y les expresó qué había pensado para tener la libertad de lo que sus padres decían era de ellos y de nadie más.

-       Si los juguetes son nuestros, como dicen papá y mamá, vamos a tomarlos. Hacerlo no es pecado, es nuestro derecho; de esa manera nos enseña mi papá: que ya que seamos grandes debemos defender lo nuestro, porque vivimos en un País democrático y de leyes, explicaba Luisito.

-       Pues vamos a hacerlo, continuaba expresando. ¿Por qué no desde ahora?

La curiosidad del niño, lo han manifestado varios tratadistas, es el principio fundamental de la investigación y, por consiguiente, del conocimiento.

“La curiosidad se atreve más contra lo que más se prohíbe”, expresaba Diego de Saavedra Fajardo.

Y existe una voluminosa obra con ese título: “La Curiosidad del niño es el Principio de la Investigación” Qué lástima que no se recuerde su autor.

 Carlos Arturo Moreno de la Rosa, también se refiere al niño en el proceso de desarrollo del conocimiento científico; igualmente y muy reciente, Pilar Jericó, nos ilustra al respecto.

La curiosidad científica: el laboratorio natural del hombre por Pablo Astudillo y Carlos Blondel, hace colación, en principio, al respecto.

Dicho y hecho, el plan estaba preparado. A un niño no podemos detenerlo en sus alcances. La labor, de quienes tienen que ver con su formación, nunca será la prohibición, sino la orientación, la dirección de su aprendizaje.

En el colegio había oído hablar de las ganzúas que sirven para abrir candados, por difíciles que fueran. Además, en el baúl de las herramientas de Papi, había tantas herramientas que casi nunca utilizaba y que perfectamente servirían para la transformación, especialmente de sus vehículos, en cualquier otro que le gustase.

Consiguió la ganzúa. Los candados del muñequero y del baúl serían prontamente abiertos. Gozaba del tiempo necesario porque sus padres solamente estaban en casa para regañarlos de tocar lo que, especialmente, se les había prohibido.

Sus hermanitas gozarían, graciosamente, bañando, jabonando, peinando sus muñequitas y vistiéndolas como ellas realmente querían. Harían las veces de verdaderas madres con sus hijas, toda vez que necesitaban verlas más hermosas y jugar con ellas.

Él, no se cambiaría por nadie en su Ingeniería Mecánica. Se auto consideraba plenamente preparado para ejercer su profesión. Imaginaba, con profunda alegría, todo lo que habría de acontecer. Jamás intentó o vino a su mente de niño, curioso y hábil, ¿qué pensarían sus padres de esto?

Por su parte las dos niñas se sentían orgullosas de Luisito, quien les abría el espacio, tan deseado, de poder disfrutar de sus muñequitas. Pero no sabían cómo lo haría y no era tan de su preocupación. En ellas crecía más, como es natural, la curiosidad.

Mas, sí deseaban con ahínco que el momento llegara y que sus padres se sentirían orgullosos de la capacidad de sus hijos. Porque es de advertir que estos, según aquellos, eran verdaderamente amorosos.

Es de pensar que ni los Psicólogos, ni los Psiquiatras, ni nadie, puede profundizar ni su propio ego, menos el otro “yo” de los humanos.

Quizá tenga razón Edgar Allan Poe cuando expresa “que conocerlo todo es demoníaco”. De todos modos hay mucho que aprender, aún en la vejez; quizá más se aprende cotidianamente y no obstante hay mucho que aprender.

Por otra parte, muchos expresan que nada es imposible. Entonces, penetrar el fondo endo-tímico del ser, conocer su intrinsiquidad, ¿será posible? ¿El cerebro humano habrá desarrollado ya su enorme capacidad?

Dejemos estas reflexiones por ahora. Nos ocupan los niños; nos ocupa su capacidad de aprendizaje fincado en la naturaleza de su libertad, de su curiosidad, desde el mismo momento de la concepción y dejarlos, pero conducirlos y guiarlos, es el verdadero sendero de la grandeza de su futuro. El niño es capaz de todo, hay que apoyarlo.

Llegó el momento y Luisito, muy feliz con su ganzúa, llegó a casa y procedió a cumplir con su cometido.

-  Hermanitas, dijo, me tienen que ayudar, abriremos los candados y liberaremos las bellas muñequitas, sus bellas muñequitas, para que las cultiven tal como se merecen, junto a sus verdaderas madres, quienes son Ustedes.

-   También, abriré el candado del baúl de mi papá. Su herramienta me servirá para mejorar mis juguetes, continuaba diciendo Luisito.

Con mucho cuidado, resultante de la formación prohibitiva apresuró su labor con el temor de que sus padres llegaran.

Inició con el candado del “muñequero” porque estaba ansioso de agradar a sus hermanitas menores y luego continuaría con el baúl de Papá.

Con gran dificultad intentaba abrirlo, pero también era una nueva experiencia que le ponía dificultades. No obstante, estaba a punto de abrirlo, cuando escuchó que la puerta principal de casa era abierta y, de inmediato, suspendió su tarea.

Evidentemente sus padres llegaron a casa, entraron y lo primero, preguntaron a Ligia por sus hijos.

-     Cómo están mis criaturitas lindas, se portaron bien, durante nuestra ausencia, dijo María, la ama de casa.

-    Si señora, respondió Ligia, quien se había convertido en la verdadera cómplice de los niños, a sabiendas de que su actitud era válida con ellos.

   Ola mis amores, les dijo Antonio, lleno de alegría por la respuesta de Ligia.

-   Los felicitamos, mis amores, eso es ser unos buenos niños, obedientes y juiciosos, como les hemos enseñado, expresaron al tiempo, Antonio y María, desconociendo, desde luego las travesuras de sus retoños.

-       ¿Cómo les fue en el Colegio?, preguntó papá.
-       Excelente, papito, respondieron a la vez, María, Juanita y Luis.

- Todos fuimos felicitados por los profesores, mamita. Nos dijeron, a los tres, que somos unos niños bien educaditos, agregó Luisito.

Ciertamente asistieron a clases y su comportamiento fue normal aunque siempre estuvieron pensando en lo que tenían que hacer en casa para liberar sus juguetes y gozar de ellos a plenitud.

Ligia, quien sin tener una formación académica o, por lo menos mínima, de más allá de saber leer y escribir, comprendía, como una verdadera madre a los chiquillos. Siempre les acolitaba sus travesuras, jugaba con ellos, en su tiempo libre, y era su cómplice como el Deber Ser de un padre o de una madre con sus hijos hacia el logro de la verdadera confianza que, en todo hogar, debe existir. Si no la hay es de esperarse que todo marche inadecuadamente así aparente otra cosa en el laboratorio formativo de la niñez.

-      Ligia, apenas tuvo oportunidad de hablar con sus pequeñuelos, les dijo:

- No tienen por qué preocuparse. Otro día, podrán abrir los candados. El Señor y la Señora, están preparando un viaje de fin de semana y entonces sí, nuevamente, manos a la obra.

- Gracias Ligiecita, ¡Qué buena noticia! Contestó Juanita. Prepárate, hermanito, esta vez sí podrás abrir los candados y seremos felices, muy felices, con nuestros juguetes. Ya nadie nos los esconderá.  

Y así fue. Tuvieron toda la confianza y la seguridad de que en esos días lo lograrían y, esta vez, con la ayuda de Ligia, la apertura de los impedimentos de su felicidad.

No había que esperar mucho, cuatro días son nada. Era lunes y pronto llegaría el sábado, el sábado de sus ilusiones.

Nunca es tarde. Llegó el día esperado. Ligia también se alegró. Es que ella nunca convino con las decisiones de sus patronos. Pensaba que frecuentemente estaban equivocados. Que a los niños no los corregían bien. Que lo único que hacían era prohibirles todo y regañarlos por cualquiera cosa.

Los esposos, Antonio y María, muy temprano, el día sábado, después de despedirse de sus hijos y de ligia, partían al cumplimiento de una cita de negocios por parte de Antonio.

-       Ligia, no te olvides de cuidar a los niños como siempre lo has hecho, dijo la Señora, algo preocupada.

-       Si señora, esté tranquila que ellos son buenos niños y no me darán qué hacer.

-    Hasta dentro de tres días mis lindos hijitos, dijo Antonio su padre y los besó muy cariñosamente.

-    Adiós mamita linda, contestaron al tiempo los tres, que les vaya bien, no se demoren.

Más se demoraron en salir de casa sus padres que los tres pequeñuelos saltaran de la cama para llevar a cabo sus travesuras.

-       Ahora sí, hermanito, a abrir los candados para liberar nuestros juguetes, expresaron las dos hermanitas, María y Juanita.

-       Ya mismo, respondió Luisito, con gran entusiasmo.

- Veamos que ahora sí puedo, tenemos harto tiempo para hacerlo, manifestó Luis.

Empezaron la faena, buscando por todas partes la ganzúa que parecía la habían perdido. Pero no, la encontraron sin ninguna dificultad y empezaron.

Otra vez, reiniciaron por el candado del muñequero y, quizá ya sin miedo, Luis lo abrió con facilidad.

Juanita y Marujita se lanzaron felices a coger las muñecas y se dio principio a la gritería de felicidad, pero también a la lucha por tomar, ya una, ya otra.

Al fin escogieron unas, mientras Luis abría el candado del baúl y escogía la herramienta que iba a necesitar para lo de sus carritos, especialmente.

Escogió un martillo, un alicate, clavos y se apresuró a realizar su acción, tratando de cambiar el diseño o quizá el modelo de sus vehículos.

El escándalo, para cualquiera que no entendiera su problema, era enorme. Se escucharon gritos, golpes de martillo, palabras, en ocasiones de rabia, en otras de alegría.
Ligia gozaba observándolos y se divertía, también, ayudando a las niñas a bañar las muñecas, proporcionándoles, champú, jabón, toallas, peines, todo lo que fuera necesario. Por un instante había olvidado sus labores de aseo, de tendidos de cama y demás labores de cocina, incluso para el desayuno. El espectáculo era muy gracioso.

La casa parecía ponerse al revés, el desorden primaba sobre todo. Entonces, pero sin angustiarse, todo lo contrario, llena de felicidad, Ligia miraba y escuchaba todo lo que sucedía en un día de libertad, en un día sin prohibiciones, sin regaños y del logro feliz de lo preparado por sus bellos angelitos.

Así pasaron los días sábado y domingo. Ligia se preocupó, hasta lo imposible, por mantener la casa ordenada, porque los patronos no demorarían en llegar.

-       Buenas noches, manifestó María, la señora del hogar, mientras su esposo guardaba el carro.
         
-       Buenas noches contestó Ligia, muy nerviosa, pensando que se pudieran dar cuenta de las muñecas y de los juguetes de Luisito; pero, todo lo había escondido en un lugar que no fuera visto por ellos.

-  Buenas noches, dijo Antonio, entrando a casa, pero sin percatarse de nada.

-       Buenas noches, respondió Ligia, ya más tranquila.

-       Cómo están todos, dijo Antonio y María, a la vez.

-   Cómo están mis niños, se han portado bien; no les ha pasado nada, con ansiedad preguntaba doña María.

-     Los niños están dormidos, refirió Ligia, eludiendo hábilmente lo referente al comportamiento.

-     Gracias, Ligia, eres una gran ama de casa, todo se ve limpio y ordenado; nosotros estamos cansados y nos acostaremos ya. A los niños los saludaremos, mañana, a la hora de ir al colegio.

No obstante pasaron a las alcobas de los niños, se aseguraron de que todo estaba bien y los retoños dormían plácidamente.

Luisito estaba en cuarto año de primaria, Marujita en primero y Juanita en tercero. Los tres eran reconocidos por su buena conducta y excelente desarrollo en el estudio. Claro está, la formación que recibían no se ajustaba plenamente a ellos porque siempre fueron relegados a los currículos del Estado.

 Esto es, su aprendizaje se limitaba a las enseñanzas impartidas por los profesores que, como tal, limitaba su Deber Ser y no el verdadero Aprendizaje, concepto que es consecuente con la libertad y permite el avance eficaz de la creatividad y el libre pensar crítico que, mientras consolidan su personalidad estará orientado y dirigido por los maestros, conjuntamente con los padres de familia.

Obvias razones, entre otras y fundamentales, para que la niñez, la adolescencia, la juventud, a través de todos los niveles educativos, formen profesionales y no, dependientes del querer de quienes detentan el poder económico y político de un Estado.

Esto califica sólidamente la concepción de lo prohibitivo que, en la niñez más explícitamente, por su natural curiosidad, conduce al apetito del conocer, evidentemente del Aprender. En pocas palabras, la prohibición y el no a los niños, jamás será una buena política formativa.

El día lunes, muy temprano, Antonio, María y Ligia se dispusieron a los preparativos, después del desayuno, para enviar a los niños al colegio.

Antonio, en su carro, llevando a su esposa, se dirigió al establecimiento educativo, entregaron sus retoños, como todos los días y, posteriormente, a su trabajo, respectivamente.

De regreso a casa al lado de sus hijos, Antonio y su amada, felices de haber cumplido, ese fin de semana, sus compromisos y de encontrar totalmente sanos a todos, entraron ingenuamente, en principio sin observar nada que hubiera acontecido durante su ausencia.

El almuerzo estaba listo y antes de que Ligia los llamase al comedor, la señora María, increpó a su empleada:

- Ligia ¿qué pasó aquí? ¿Dónde están las muñecas? El muñequero está vacío.

-       Igualmente, Antonio, muy perturbado, preguntó:

-    Luisito, ¿Qué has hecho con tus juguetes?, ¿especialmente con los carritos?
Ligia, llena de pavor, no sabía qué contestar. Los niños corrieron a esconderse; el temor los embargaba. ¿Qué pasará, se preguntaban? Ahora sí nos castigan. Nuestros padres están, parece, muy furibundos.

 Ligia, quien había comprendido, tal vez su error, su compromiso, en otras palabras su complicidad, haciéndose de valor contestó:

-       El niño Luisito abrió los candados del muñequero y del baúl de don Antonio para todos poder jugar, porque estaban muy ansiosos de hacerlo.

-       Luis, gritó Antonio a su hijo el mayor, el único varón: ¿Qué no te das cuenta de lo que has hecho? ¿No entiendes que cuando tus padres te dicen, “no hagas esto o lo otro” tienes que obedecer? ¿Ya que no hacerlo es pecado y que Dios te va a castigar?

Mientras tanto la ama de casa, tomaba de la mano a sus dos pequeñas y les pedía, muy disgustada, que mostraran dónde estaban las muñecas, que ¿qué habían hecho con ellas?

-    Juanita, más audaz, dijo a su mamá: Mamita, nosotras sólo queríamos jugar y ¿cómo lo hacíamos si las muñequitas estaban encerradas como en una cárcel? Ellas necesitaban asearse, ponerse más bonitas y eso es lo que hemos hecho con la ayuda de Luisito.

-      ¿Pero no sabían que estaba prohibido y que desobedecer a sus padres es un pecado y que Dios las castigará?

-  ¿Cómo lo hicieron?, insistía doña María. ¿Cómo les ayudó Luisito?

-       No sé mamita. Él abrió el candado con un alambre y nosotros las bañamos, las vestimos mejor y las peinamos, para que se vieran más bonitas, porque son nuestras hijas, ¿no es cierto mamita?

-       Además, tenemos que bautizarlas porque no tienen nombre, ampliaba Juanita, más decidida.

Nada de esas cosas. Colóquenlas nuevamente en el muñequero. Voy a hablar con Luis y con su papá.

-       Luisito, ven acá, quiero hablar contigo, gritaba doña María.

-   Si mamita, aquí estoy, no me vayas a pegar, respondió Luis, acercándose a su mamá.

- Cuál es el alambre con el que abriste el candado del muñequero, muéstralo, decía mamá.

-       Este mamita, mostraba luchito.

-       Antonio, ven te muestro lo que este muchacho ha conseguido para abrir el candado del muñequero.

-  ¿Qué? Respondió Antonio. Esa es una ganzúa. También ha abierto el candado de mi baúl de herramientas y sacó el martillo y otras herramientas y clavos y qué sé que más.

-       Luis, ¿dónde conseguiste esa ganzúa? ¿quién te la dio?

-    Me la prestó un compañero en el colegio y hoy se la devolví, contestó Luisito, más calmado.

-       Quien te la prestó, preguntó Antonio. Dímelo para denunciarlo en el colegio. Esas cosas no se deben hacer. Esos aparatos las usan sólo los delincuentes.

-       Luisito guardó silencio y no respondió a su papá.

-       Ya veremos. Esta misma tarde hablo con los profesores, mejor con el Rector y te sancionarán a ti. Tus hermanas nada tienen que ver con esto. En ausencia, de tus padres, tú eres el varón y tienes que responder por el hogar.

-       Mija, llamó Antonio a su esposa. Ya mismo despide a Ligia del empleo porque no fue capaz de controlar todas las diabluras que estos chiquillos maleducados han hecho.

-       Sí mijo, de inmediato. Personas así no nos sirven en casa. Esto es inaudito, respondió su esposa. No podríamos volver a salir porque con ella son capaces hasta de destruir lo poco que tenemos.

Entre sustos, regaños, despidos, alegatos, el almuerzo se tardó, no obstante estar listo.

Ligia fue duramente increpada por la señora María y despedida, tal como lo había dicho Antonio.

-       Ligia, arregla tu maleta y te vas. Esto es lo que te debo de tu sueldo, que Dios te acompañe y no vuelvas jamás a cometer este tipo de errores.

-      Gracias, de todos modos señora. Ustedes han sido muy buenos conmigo y si así lo ordenan me voy, pero tengo mi consciencia tranquila. Hice al lado de mis niños lo que ella me indicaba. Yo no creo en que se les debe prohibir nada.

-      Cállate ya y vete. Ojalá tengas suerte.

-    Antes de salir, escuchen bien, dijo Antonio a sus hijos queda totalmente prohibido ver televisión hasta nueva orden y esta noche prepárense para recibir, por lo menos tres correazos a cada uno.

Todos almorzaron de mala gana. Ligia arregló sus cosas y muy triste se despidió, especialmente de los niños, llorando con ellos y los patrones se aprontaron a salir para llevar los niños al colegio e ir luego a su trabajo.

Una vez en la oficina, Antonio pidió permiso a su jefe para asistir a una reunión en el colegio, previa solicitud de entrevista que realizó con el Rector.

Una vez llegado al Establecimiento Educativo, enseguida fue atendido por el Señor Rector.

-  Qué sucede Don Antonio, cuente, manifestó el Licenciado Aníbal Araujo.

-    Señor Rector, ha sucedido en mi casa, en mi hogar, un gran problema. Luis, mi hijo mayor, de quien Usted nos ha manifestado como un niño de excelente conducta, ha conseguido, con alguno de sus compañeros, cuyo nombre no quiso decir, una ganzúa con la que abrió los candados del muñequero de las niñas y de mi baúl de herramientas, para hacer diabluras con sus juguetes.

-       Lo de las travesuras de sus hijos, que Usted denomina como diabluras, Señor Guerrero, no es ningún problema, Pero sí la existencia de ganzúas en el colegio. Procederé inmediatamente a investigar esta situación y a tomar las medidas pertinentes para erradicar este tipo de cosas, añadió el Rector.

-       Lo mismo haré yo en casa, amplió Don Antonio. Es preciso que estemos de acuerdo con las sanciones del caso.

-       No don Antonio. Usted no tiene por qué sancionar a sus hijos. Lo hecho son travesuras propias de los niños. Pero sí tiene que explicar lo de la ganzúa suficientemente porque también, además de los delincuentes, la usan algunos técnicos para abrir candados de los que se ha extraviado la llave.

-       Además, Señor Guerrero, la sanción no conduce a nada. Nuestra obligación, tanto de profesores, como de Padres de Familia, es orientar y dirigir a nuestros alumnos e hijos para que no cometan desafueros o acciones negativas que pudieran incidir destructivamente en su formación.

Evidentemente en el Colegio “Jorge Herrera Timarán”, el Licenciado Araujo, cuando era preciso, rompía con paradigmas o esquemas educativos impuestos por los programas del Estado, convencido de que, en muchas ocasiones, quizá la mayoría, no eran los más apropiados para la formación creativa y crítica de sus educandos.

En los mismos términos trató, lo mejor que pudo, de convencer a Don Antonio Guerrero Santacruz con el objeto de impedir actos de violencia familiar, en su hogar.

Algo escéptico, pero también pensativo, Don Antonio retornó a su trabajo y se dispuso a analizar con su esposa, Doña María Insuasty Briceño, a quien amaba intensamente, lo escuchado del Señor Rector del Colegio.

A las doce 12m. recogió a su esposa y a sus niños y regresaron a casa para lo del almuerzo.

Para entonces habían contratado ya una nueva empleada, previo examen de las referencias exigidas y de su posible capacidad para desempeñar sus labores.

El almuerzo estaba listo, pero no cumplía con las exigencias que Doña María, previamente, había ordenado. No había alternativa. Almorzaron, nuevamente a disgusto, insatisfechos todos y con nostalgia de la suficiencia de Ligia.

La nueva empleada, Emperatriz, por lo menos ese día, no fue de su agrado. Pese a todo fueron, los patronos, muy explícitos en explicarle todo respecto a ir al colegio a recoger a los niños, a la hora oportuna, porque en las tardes Don Antonio no podía hacerlo en su carro.

Previo a esto había llamado al colegio, advirtiendo que quien iría por los niños sería Emperatriz, su nueva empleada.

-       Así lo haré, manifestó la aludida y cumplió con lo ordenado.

De regreso a casa, a las 6.30pm, se podía apreciar en Don Antonio el posible deseo de no sancionar a sus hijos, antes de hablar detenidamente con su esposa.

Realmente las palabras del Rector habían tocado su espíritu y estaba casi seguro de haber cometido errores, cotidianamente, con su hogar. Con su familia.

-     Mija, necesito, charlar contigo, a la mayor brevedad, es muy importante. Lo haremos cuando los niños se hayan retirado a dormir.

-       Y eso, ¿qué te sucedió? Te noto preocupado. Dime ¿qué pasa? ¿Cómo te fue en el colegio? ¿Qué hablaste con el Rector? Insistía la señora.

-  Ya te lo contaré, ten paciencia, no es malo, quizá sea razonable, espera un poco.

-       Bien, amado mío, estoy en ascuas por saberlo. Sea como tú lo dispongas.

La curiosidad de los niños, su nata inteligencia, su necesidad de saberlo todo, les hacía comprender, con facilidad, que a su papá algo le sucedía. No eran ajenos a la expresividad diferente de él. Sin embargo no se atrevieron a preguntarle porque su temor del castigo se lo impedía. Todo lo contrario, muy juiciosos, después de comer, de hacer sus tareas de estudio, pidieron la bendición de sus padres y se retiraron a sus alcobas.

Entonces Don Antonio, en su alcoba con su esposa, refirió todo lo hablado con el rector del colegio.

-       María, mi amor, le dijo: creo que nos hemos equivocado con la presunta formación de nuestros hijos. Ellos tenían razón cuando nos pedían, respetuosamente, libertad para hacer uso de sus juguetes y se lo negamos y más, por sus travesuras, los regañamos y hasta los maltratamos. Hemos caído en la violencia familiar.

-       No te angusties, mi amor. En la vida todo es reparable. Si el señor Rector te ha hecho entender las cosas de esta manera, debemos acogerlas; él es un hombre muy preparado y seguramente tendrá razón. Confiemos, a partir de esta noche, en la reivindicación de nuestro hogar.

-       Gracias, María por tu comprensión, eres adorable, pero me lastiman las secuelas que hayamos dejado en nuestros hijos. No sé ¿Cómo habremos de actuar en el futuro?

-       Lo intentaremos por encima de todo, nunca es tarde. Mañana será otro día y muy diferente a los que hemos vivido, como tú dices, equivocadamente.  

-       Amor siempre les hemos brindado. En adelante, nos ilustraremos mejor para conducirlos por el camino más apropiado y acorde con sus ilusiones y esperanzas, replicaba convencida, María.

-       Qué desasosiego me produce habernos equivocado con Ligia. Ella, apenas sabiendo leer y escribir, actuaba con nuestros hijos, justamente. Pienso que el haber sido su cómplice con sus travesuras, obvió muchas desilusiones que ellos pudieron haber sufrido. Tenemos que recuperar a Ligia y entenderla, también, en sus concepciones, añadió, por último Antonio.

Después de estas reflexiones, los esposos se entregaron en brazos de Cupido y de Morfeo e iniciaron un sueño reparador para continuar mañana y en el futuro una vida diferente que significase la formación adecuada de sus retoños.

El tiempo transcurre inexorablemente y es la positividad del ser humano, la conductora del bienestar y del triunfo en sus acciones.

Los tres muchachitos crecieron, formaron su existencia, acorde con sus principios, con sus ideales; aprendieron siempre, distinguiendo claramente, lo positivo y lo negativo en su lucha por El Deber Ser.

Como profesionales, conscientes de su paso por la niñez que hubo de tocarles, impulsaron con entereza la formación justa de sus congéneres y empeñaron toda su vitalidad hacia el fortalecimiento de su bella Patria.

En vano, tanto sus padres como ellos mismos, procuraron encontrar a Ligia, el pilar del principio de su formación, a quien jamás ni sus padres pudieron olvidar, ni ellos podrían hacerlo.


JUSAVÍ.
Chachagüí, 20 de Noviembre de 2013.