COMO UN GIGANTE
Revisando
variados temas en mis archivos, resultantes de mis investigaciones en el
contexto de lo Etno-Literario, encuentro muchos, que vale la pena hacerlos
conocer del público lector, haciendo honor a los imaginarios populares, tan
ricos en sus modos de producción y que denotan su calidad creadora.
Expresa
el informante, representando a los pobladores de la región, “que recién casados
nos llevaron a la finca de Don Miguel Padilla, de Ricaurte para abajo, en un
punto llamado Chambú, al otro lado del río.
En
Semana Santa, el jueves santo, nos dijeron que debíamos salir al pueblo, a
festejar las fiestas de la iglesia. En el Guadual que llaman, en una montaña de
este sector de Chambú, había muchos obreros trabajando y como teníamos unos cerditos
y unas gallinitas, me dio miedo dejarlos solos y mandé a mi mujer adelante.
Me
quedé hasta que los trabajadores, sembradores de caña, se fueron. Tenía miedo
de ir con la mujer porque tenía de todo y nos podían robar. Mi casa era grande,
construida con guadua y tendido de gualte sobre pilotes que nos favorecían de
la víbora y de la humedad.
Esperando
que los peones bajaran, se me hizo tarde y llegó la noche, desanimándome de
salir al pueblo porque era peligroso. La víbora también anda de noche y es
brava. Me quedé, pues solito, mano a mano. Cerca, dormían los marranos y las
gallinas, dentro de la casa.
Estuve
en la hamaca hasta bien tarde de la noche. Después fui a la cama y prendí una
lamparita de kerosén, hecha en un frasco. Nada pasó hasta que tuve la lámpara
prendida y en un buen rato empezó el ruido. Los marranos salieron partiendo por
el cañaveral adentro y las gallinas chillaban como si vieran algo malo.
De
pronto sentí que subía las escaleras: tras, tras, tras, iba subiendo y caminaba
sobre las tablas de gualte, en las que todo se siente. Yo estaba recuerdo, dándome cuenta de todo y
me atacó el miedo. Cuando subió me privó y quedé como dormido.
Como
la pared, también era de gualte lo vi patente que pasó al otro lado,
changándose. Cayó encima de yo, aplastándome, ajustándome el pecho. Yo no podía
hablar, pero estaba sintiendo todo, forcejeaba, pero no me lo podía quitar de
encima.
Tanto,
pero tanto batallar, medio, medio, me zafé y dije: Virgen Santísima y, entonces,
sentí que se changó por la pared y salió. Bajó las gradas, las gallinas
chillaban y se fue. Al rato llegaron los cerdos. Esto no fue cristiano, era
cosa mala. Debió ser como un gigante. No lo vi bien porque estaba casi privado.
JUSAVÍ.
Chachagüí,
27 de Febrero de 2014.