LA CULTURA DEL LIBERTINAJE




                      LA CULTURA DEL LIBERTINAJE


Si miramos los diversos espacios de nuestro mundo colombiano, muy especialmente en las ciudades, podemos aseverar sin lugar a equivocarnos, que en nuestras capitales se ha instaurado sin dificultad el libertinaje. Este se ha convertido en una forma de vida de mucha gente que satisface con él sus intereses en todos los campos de su cotidianidad.

No es gratuito desde luego, es la resultante de la cultura de la corrupción, de la violencia estatal muy propia de políticas Neo-liberales en las que el recurso del capital prima sobre el recurso humano y favorece consecuentemente a unos pocos dominantes que ven con buenos ojos el libertinaje de sus pueblos. Saben que quienes necesitan sobrevivir tienen los recursos libertinos que les brinda un estado capitalista.

En nuestra Patria, paradójicamente denominada “La del Sagrado Corazón de Jesús”, la vida del corrupto, del maleante, es fácil. En cualquiera época dispone de los recursos del hombre honesto, del trabajador, del técnico, del hombre común en las calles para apropiarse de sus bienes. Esta actitud es la forma micro de lo que sucede en el macro poder, es la expresión clara de la corrupción de nuestros gobernantes.
Hay épocas mejores que otras y que implican el desarrollo de esta cultura a espacios más pequeños, como los pueblos, los campos en los que el delito es más evidente. En época de comicios, por ejemplo, sabe claramente el libertino que tiene su plato de lentejas listo; vender su voto no afecta su conciencia o porque no la tiene o está alienado por el sistema, por los recursos mentirosos de la información mediática, dominada por tres o cuatro capitalistas oligarcas.

El dueño de talleres artesanales, carpinterías, mecánica y tantos otros está inhibido de dejarlos, por lo menos un momento, para adelantar sus diligencias porque el libertino está a la expectativa de esto para proceder a adueñarse de sus elementos de trabajo. La señora, la dama, los niños no pueden utilizar sus celulares en las calles, en cualquier otro lugar que no sea su casa porque el dueño de lo ajeno está atento para atracar y con su resultado solventar su pecunia. Y si es preciso para esto apuñalar al ofendido lo hacen sin indolencia alguna porque esa es su vida. Por otra parte es difícil que haya solidaridad de los testigos porque pondrían en peligro su propia vida o su integridad personal al intentar defender a la víctima.

De ser encontrado infraganti el delincuente por parte de uno que otro, de vez en cuando, policía que aparece, no se preocupa. La injusticia pulula. Si es conducido a una Inspección de Policía, el Inspector no condena si no hay pruebas o la denuncia pertinente. El ciudadano, en general, el victimado piensan en su integridad y no proceden, temen a la represalia por parte del libertino. El libertino conoce todas las alternativas culturales instauradas y encuentra en esto el factor positivo de su existencia.

¿Habrá entonces infelicidad en los pueblos de culturas de libertinaje? Claro que no, todo lo contrario y lo que es más, entre más se ahonde esta situación de estado, mayor será la impunidad, mayor será la delincuencia, mayor será la indolencia y mejor las posibilidades de los delincuentes de corbata para mantenerse en el poder.

Todo lo dicho, no nos digamos mentiras, se irradia a nuestros campos, a nuestras vías de comunicación, a nuestros centros de educación, a nuestros centros de salud, a toda Institución pública o privada. Nuestra Democracia, nuestra cantada Soberanía es falsa, Colombia es un País trágico y el LIBERTINAJE cierra los ojos a la positividad; toda información mediática cultiva día tras día la indolencia.

Jamás hemos estado, antes tan atrasados.


INTI-HUASI,
23 de Enero del 2016.