EL DUENDE DE GUARCHUD




              EL DUENDE DE GUARCHUD



Muy cerca de aquí, se enduendó don Antonio Pasquel, quien ya tenía sus años y siempre fue perseguido por la duende, porque hay duendes varones y duendes hembras.

Abajo en el punto San Miguel, siguiendo la quebrada, en la esquina del potrero, hay una profunda cueva, en la que habita la duende. Allí guarda, amontonados, todos los alimentos  para sus enduendados.

En su cueva tiene muchas porquerías con las que los alimenta. Muñiga de ganado, como si fuera pan; estiércol de caballo, como colaciones; el abono de marrano, son las gelatinas.

Don Antonio, cada vez que la duenda tenía que venir, se fatigaba. Al principio, para defenderlo, se agarraban de él, los hermanos, la mamá y quien más estuviera a su lado. Pero nada era posible para evitar que se lo llevara. La duende arrastraba con todos, desde la casa hasta aquí cerca, en el ojo de agua. Allí había bastante maleza, bejucos largos, matas grandes en los que se atrancaban todos, pero don Antonio no se desprendía de su duenda.

A cada rato se repetía esto. Toda vez que se perdía, sus familiares iban por él. En otras ocasiones, al presentir la cercanía de la duenda, echaban mano de guascas de cerda y  fueteaban a los tirantes en el soberado, para poder asustarla, pero de nada servía, de todos modos se lo llevaba y ellos se apresuraban a traerlo.

Y así vivían permanentemente. Ella llevándoselo y ellos corriendo a traerlo, hasta que un buen día, conocieron, ultimadamente, que para tenerlo más seguro tenían que buscar una nagua del interior de una mujer que estuviera menstruando y frotarlo con ella y colocárselo. Con esa cura ya no se lo llevaba.

Cuando olvidaban hacer el remedio, la duenda aprovechaba y se lo llevaba, metiéndole unas pizas que lo hacían llorar y le decía que era un sucio, un desaseado y que a ella no le gustaban esas cosas.

En ese tiempo, esa la mejor contra, pero más adelante conocieron otra: la de santiguarse o las santiguadas, como las llamaban. Pero la mejor contra, yo que me lo encontré al duende y nunca me pudo llevar, es cantarle así:

Ángel desventurado,
sin alivio ni consuelo,
bien quisieras cantar las glorias,
que cantan los ángeles en el cielo.

Con eso lo mando por donde ha venido  



JUSAVÍ.


Chapacual, El Guabo, 19 de Mayo del 2014.


Relato-Leyenda reconstruido de las informaciones logradas de JOSÉ DOMÍNGUEZ, de la Vereda de Guarchud. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario