BREVE RESEÑA DE CONSACÁ




BREVE RESEÑA DE CONSACÁ

La pintoresca Población de Consacá fue fundada por Jaime Churupamba, en el año de 1879. Dista de la Capital del Departamento de Nariño 50 kilómetros de carretera con 47 asfaltados y tres destapados, situada a una altura, aproximadamente, de 1.300 metros sobre el nivel del mar, gozando, por consiguiente, de una temperatura muy agradable, de clima seco cafetero, que oscila entre los 17 y 32 grados centígrados. Cabecera del Municipio del mismo nombre, al occidente de la ciudad de Pasto, limita con los municipios de Yacuanquer, Sandoná, Guaitarilla y Ancuya y se ubica en el centro, al pie del Volcán Galeras y arriba del río Guáytara.  Esto, consecuentemente, la convierte en un lugar paradisiaco veraniego para gentes del Departamento de Nariño y de otros lares.

Para la capital de Nariño, Consacá constituye una región de extraordinarios acontecimientos históricos como el de la batalla de Bomboná, el 7 de Abril de 1822 y el de los episodios del 10 de julio de 1944, este último, al decir del extinto periodista Jaime Quintero, “partió en dos la historia política de Colombia”, sucesos los dos que, sin lugar a dudas, son de excelentes sentidos para la consolidación de la Patria y Estado colombianos. Compete a los estudiosos de la Historia Colombiana y a sus críticos plantear conceptualmente lo positivo y negativo de tales acontecimientos. De todos modos para Pasto, para Nariño y específicamente para Consacá no pueden dejar de ser realidades que implicaron e implican acciones grandiosas que

Enmarcaron connotados hitos en su devenir, de indudable incidencia en los contextos regionales, nacionales y universales por la libertad del género humano.  La vida, como suma de las múltiples acciones del hombre se convierte, siempre, en argumento, tema, asunto y motivo de variadas reflexiones que la conciencia posee y guarda hacia una mejor visión y concepción de lo real.

La escritura sólo es posible cuando la conciencia nos impulsa a extrovertir posesiones de los regionales imaginarios que el pensamiento canaliza hacia afuera, hacia el reconocimiento de todo aquello que creemos conforma nuestra verdad, en los espacios sociales y humanos en los que actuamos vivencialmente. Y, en virtud de esta apreciación, es más acertado plantear que se da en la medida del orden  simbólico como elemento relacionador entre la complejidad humana y sus prácticas socio-culturales.

¿Cómo podría, entonces, no aceptar el impulso mental para escribir, desde otros lares, algunas consideraciones que bien o mal hubiesen afectado mi psique, independientemente de una total socialización o institucionalización?

Desde el 10 de enero del año 2001 y hasta el 10 de enero del 2007, al lado de mi esposa, residí en esta localidad que he decidido llamar “PARAÍSO TERRENAL” de Consacá, región que desde siempre, desde mis ancestros, desde mi niñez, constituyó para mi espiritualidad el territorio de mis afectos.

Si la Cultura es, como lo he planteado 12 años atrás, vocablos más, vocablos menos, en un trabajo intitulado “Implicaciones Etnoliterarias   en la Música e Imaginario Carnavelezco Populares de Pasto, con otro compañero universitario, el modo de vida de los miembros de cualquiera sociedad particular, inmersos en el conjunto de elementos permanentes de la Historia Humana, que constituyen la base de la producción simbólica, diferenciada en concordancia con los intereses de cada grupo social, conforme al rol que cumplen en el proceso de producción global y que se expresan en las conductas individuales, actividades, modos de vida, utilización del lenguaje, formas de comunicar, arreglo personal, música; en general, en el folklore entendido como el reflejo de la vida cultural del pueblo y cuyo conocimiento nos permite tener, sobre las cosas, los sucesos y los hombres, una opinión y un juicio seguros, desde luego, en el contexto de la representación y reelaboración simbólica de sus estructuras espirituales y materiales. Consacá y sus gentes conforman una Cultura, al interior del contexto universal, digna de reconocimiento, elogios y muy singular de tranquilidad y paz en el marco, de lo que no es hiperbólico denominar, la triste construcción de la “Cultura de violencia y latrocinio”, en Colombia.

No obstante el poco tiempo de recorrido por sus campos, sus veredas y parajes que evidencian, a lo largo y ancho de sus heredades, no la prolijidad de sus tierras, mas sí la bondad de sus pobladores, ha sido de gran satisfacción conocer de cerca las virtudes que adornan a sus habitantes. Campesinos, indígenas, mestizos y otros, se confunden en los contextos de la familiaridad, la amistad, la conducta señorial de los abuelos y la fraternidad entre congéneres. Para Consacá nadie es foráneo, nadie es ajeno, todos tenemos la oportunidad de compartir la excelencia de sus caracteres y participar de la cotidianidad de su cultura.

Referir todos los momentos y las acciones buenas de quienes he conocido; los instantes de afecto, sinceridad, humildad, aprecio, honradez y honestidad, significaría extenderme demasiado en mi cometido.  Mas no puedo eludir, a largos rasgos, expresar las francas manifestaciones de cariño y amistad, quizá de los más humildes, en aquellas actividades a las que tuve acceso, de alguna manera, como cultivadores del campo, trabajadores del ladrillo y de la teja, trabajadores de los trapiches de panela, tecnólogos de la gerencia de drogas, dueños de tiendas de alimentos, músicos y compositores magníficos; expresar la inteligencia y creatividad, la voluntad de servicio, la solidaridad y colaboración de talleres de latonería, soldadura y pintura; la pronta atención y eficiencia de funcionarios de Telecom; también de otros ciudadanos, nativos o no de la región, como médicos, odontólogos, profesores que, inmersos en esta cultura de paz, hacen gala de cortesía con los unos y con los otros; en fin, es preciso enfatizar la integridad de ciudadanos, mujeres y hombres, que en seis años de permanencia, pude distinguir.

En virtud de lo que el famoso filósofo alemán Emmanuel Kant, sintetizara en una frase, “nada de lo que es humano en tÍ me es extraño”, no es grosero advertir que en este contexto de seguridad, de paz y de tranquilidad, no hay desarrollo, no hay impulso, hay evidente pasividad, no obstante las aptitudes apreciadas, por lo menos en las festividades patronales de la Virgen del Tránsito, que no pasa de ser una fiesta eventista, la que, incuestionablemente, no es la resultante de un proceso de desarrollo cultural cotidiano permanente que trascienda las fronteras y determine la imagen de una región que tiene todo el derecho de posar en el ámbito nacional.

Habría, para finalizar, que preguntarse ¿por qué no es posible lograr lo que creo Consacá pudiera alcanzar?  ¿Hay impulso por parte de las autoridades?  ¿Las Instituciones educativas incentivan el desarrollo cultural integral?  ¿Hay metodologías justas de desarrollo político y económico?  Simbolizando la estructura cósmica, ¿hay huecos negros que impiden el progreso hacia el futuro?  ¿Cuántos proyectos de infraestructura y desarrollo están en el rol nacional?

En las respuestas no se implique a la niñez, a la adolescencia y a la población estudiantil en general; ellos serán en el futuro la construcción del medio social que vivan.

Termino recurriendo a la locución latina de Salustio:  “Con la concordia crece lo pequeño; con la discordia se arruina lo más grande"  Y el anónimo:  “Ame mañana quien nunca amó y quien amó, ame también mañana”.

JULIO ERNESTO SALAS VITERI.
Chachaguí, 19   de Septiembre de 2009.


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