DE PEÓN
A MAESTRO
DE OBRA
La
inteligencia es nata en todos los seres humanos, esto es, se ha manifestado que
todos nacemos iguales desde que no se haya atentado, de alguna manera, la
naturaleza; sin embargo es válido afirmar que también poseemos una herencia
genética que, de alguna manera, positiva o negativamente, afecta nuestras
actitudes en la práctica cuotidiana. Por ello hay hombres o mujeres, aceptadas
las diferencias de sexo, que realizan actividades, unos mejor que otros,
interviniendo o no la formación de hogar o académica, pero, desde luego con la
influencia que tal orientación debe determinar la integridad del ser humano.
Nuestro
protagonista, JOSE MARÍA DEL CAMPO, es uno de ellos. Su vida, al lado de su esposa
e hijos ha transcurrido en el campo, fundamentalmente como obrero del agro y
demás actividades propias de la región; debe resaltarse, básicamente la de
cuidador de una finca grande propicia para diferentes formas de explotación
condicionadas a la voluntad de los propietarios, limitando así su libre
desenvolvimiento en el pensamiento y en la acción. Un hombre de personalidad
bien definida ya en la mediana edad, porque en su juventud tuvo abierta las
puertas del camino hacia lo negativo, con mayor razón que su formación no
alcanzó, por lo menos, a completar los estudios de la primaria escolar; el
trago, el cigarrillo, los actos de violencia a que estos vicios conducen lo
tuvieron al borde del desperdicio y no a la realización de sus genes,
positivamente. Su esposa, comprensiva, trabajadora, algunos samaritanos de
orientación religiosa, evitaron la perdición; de todas maneras en la hermosa
finca en la que hubiera podido ejecutar su cambio no había posibilidades; sus
patronos, explotadores e injustos no lo dejaban ir más allá de su yo real. Era
necesario, entonces, sin dejar de ser el cuidador, porque allí, por fortuna
tiene su vivienda, por lo menos, abrirse campo a través de otras acciones de
trabajo: la construcción fue y es el camino de la reinvindicación. Un buen día
junto a un buen maestro que ya se iniciaba como tal, esto es, Maestro de Obra,
encontró trabajo como ayudante. Siempre, dadas sus características, estuvo
atento a las labores que hubo de realizar en la reconstrucción de una vivienda
vecina.
Fue,
entonces, como iniciaba así su nueva
labor y quizá la apertura para otras que, sin lugar a dudas, dada su
inteligencia, explicitada por su capacidad reflexiva y porqué no
epistemológica, obtendrá en el futuro
inmediato.
De
limpiar la pega de tablón, con entusiasmo, responsabilidad y alegría, pasó a la
construcción de muros, al repellaje, a la pintura, colocación de eternit,
construcción de muros de contención, de gradas o escaleras en arena, cemento,
triturado y otros elementos propios de la profesión de construcción. Más
adelante ya no fue necesaria la contratación del Maestro de Obra quien abrió
los espacios del aprendizaje de nuestro protagonista, José, él, a la luz de su
inteligencia y creatividad y bajo la orientación y dirección de su otro patrón
adelantaba las labores de reconstrucción; ya, no solamente pegaba tablón y
todas las acciones antes expresas, sino que hizo instalaciones eléctricas,
construcción de baños con todos los implementos que son necesarios, decoración
de la vivienda con todas las pinturas y otras formas que fueran del caso. Es
más, en el terreno adjunto, lleno de basura de sus anteriores dueños y vecinos,
plagado de maleza, con una extensión de 330 metros cuadrados ,
hizo uso de sus experiencias de cultivo; lo organizó, al estilo de preparación
de los indígenas, esto es, por terrazas, por su nivel laderoso; sembró plantas
exóticas, atendiendo la voluntad de la ama de casa, plantas medicinales y
continúa en la nueva propuesta de su vida.
Acreditado
por su voluntad de trabajo, por su idoneidad en lo que hace, no importando qué
sea, es de hecho un nuevo MAESTRO DE OBRA, digno de ser imitado por la
juventud; incluso sus hermanos se sorprenden y dicen: ¡Oh, el José disque
tablonando la casa de la señora!
Quienes
visitan la nueva residencia se sorprenden, lo aprecian, lo respetan y
familiares y amigos lo invitan a trabajar en otros lares: en la capital, en
Chapacual, en la nueva carretera y, por consiguiente su costo es mayor sin que
por eso se mengue su importancia.
¡E
allí la expresión de quien, con sanidad en el alma y en el corazón sirve y
servirá a la humanidad! No es preciso ser delincuente y maleante para sostener
una familia, es preciso orientar y dirigir, más importante educar sus
posibilidades y mostrar al Estado con esto la imperiosa voluntad política de
comprender y establecer el cambio de un sistema sólo en la medida de educar las
nuevas generaciones desde el hogar, si
es preciso.
JULIO
ERNESTO SALAS VITERI
Chachagüí,
Agosto de 2009.
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