JUGANDO CON LA VIDA
No
es disparatado manifestar que para muchos colombianos, de la clase media, de la
burocracia, en general, su accionar cotidiano no es otra cosa que un juego
forzado, peligroso, con su propia existencia, consecuencia sinecura de las
necesidades que se tienen que vivir al interior de un sistema, por supuesto
Neo-Liberal, que condiciona, que limita a sus compatriotas a pensar solamente
con el estómago.
No
podemos culparlos, en su totalidad, que hubiesen sido consecuencia de una
formación acrítica, no creativa, correspondiente con los currículos
paradigmáticos, esquemáticos, preparados en el contexto de la dicotomía
Enseñanza-Aprendizaje, esto es, una, a propósito y apropiada educación pertinente
y de conveniencia a los intereses de quienes detentan el poder y
consiguientemente la economía del País.
Puedo
asegurar que en estos grupos existe un transcurrir doloroso, quizá trágico,
expuesto, incluso, a la comisión de acciones delincuenciales pro subsistencia
de una vida “digna” para los suyos, pero no justamente la inconsciencia que se
les atribuye como no partícipes de la construcción de una Patria diferente, de
un cambio de Modelo de Estado. Están tristemente atados al sistema imperante y
defienden, a como dé lugar, su pan de cada día, no importa que sea en míseros
trocitos que satisfaga la continuidad de la comida.
Profesionales
denominados de programas de estudios libres, como la Medicina, las Ingenierías,
las Arquitecturas, etcétera, sus derivados, podría pensarse, gozan de la
libertad de la acción, de la palabra contestataria, de la irreverencia ante los
organismos de poder. Pero no hay tal. Si bien adelantan trabajos de su
competencia y, muchas veces, eludiendo los parámetros impositivos de las
Entidades a las que necesariamente tienen que estar vinculados, realizan,
enfatizo, labores válidas, coherentes y responsables, pero ellos mismos o sus
esposas tienen que andar detrás de Alcaldes, de funcionarios politiqueros
elegidos, para cobrar, rogando, se les cancele su trabajo.
Su
situación es suficientemente clara, conforman los dominados grupos
profesionales esclavizados al poder político y económico, público o privado y
jamás saldrán de su estatus dependiente del Capitalismo salvaje que les ordena
qué hacer y cómo hacer. Solamente son piezas de continuidad de las Oligarquías,
evidentemente expresas, también en los organismos de micro-poder.
No
obstante su agobio, su forzada ineptitud, su condicionada y limitada
profesionalidad, satisfacen su espíritu diciéndose: “la esperanza es lo último
que se pierde” y terminan, quizá ya al final de su existencia, buscando los
juegos de azar que sí existen por cientos en el contexto falaz y sofista del
territorio nacional. Pensemos nada más que en 32 loterías que hacen de las
suyas con las esperanzas de la humanidad, observada de este modo.
Estos
juegos y otros medios, otras razones de vida, de derechos humanos, innegables;
la educación, la salud, la pequeña empresa, la distracción, la complejidad y
unidad humana, el recurso humano, fundamental, básico y prioritario en
cualquiera verdadera democracia social de Modelos de Estado justos, están
manejados por el recurso del Capital en
este País del Sagrado Corazón de Jesús.
Es
obvio, por consiguiente, que quienes pensamos en la consciencia de esta
tipología humana como causal de cambio, suframos una alta dosis de escepticismo,
además, lógicamente, de inconformidad, de profunda insatisfacción.
Y
con mayor razón que no podemos apartar de nuestra mirada, de nuestra consciencia,
a quienes que, con algo de capital, pese a la supuesta claridad conceptual del
problema, terminan asociándose impunemente en trust económicos de toda índole
para convertirse en más explotadores del pueblo y de las mismas entidades
susceptibles de ser ordeñadas a su entera satisfacción; aquellas que integran
empleados, trabajadores aportantes de medios que les significa su vivencia.
Laboratorios, centros de especialistas, mafias drogadictas y todo esto que no
tiene dificultad alguna de observarse cada día en la empresa privada,
consecuente con su ser: la privatización.
En
virtud de esta corta mirada del acontecer colombiano no me resta sino confiar
en un cambio, pero suscitado por el obrero, por el pequeño campesino, por el
trabajador del campo, por el asalariado, por quien no tiene otra esperanza que
la de luchar, de pelear, de defender lo propio y que no sea, desde luego
comprable por el politiquero de turno, quien jamás pensará en representar,
solamente en construir su propio yo a expensas de las urgentes necesidades de
un pueblo.
De
todos modos no abandonemos la frase: “La esperanza es lo último que se pierde”,
pero ajustémosla a nuestros ideales, a los de nuestros grandes líderes
sacrificados, por miles y en diferentes épocas, a verdaderos luchadores por la
construcción de la PATRIA GRANDE. Contextualicemos nuestra existencia libre,
igualitaria, soberana, en paz, en armonía, con amor en el continente de América
Latina y del Caribe. Votemos, no con el estómago, votemos con la razón,
escogiendo la honradez, la honestidad, la nobleza, la verdadera
representatividad.
Estamos
a la entrada de una nueva Historia Colombiana, seamos verdaderamente
colombianos. En nuestras manos está el porvenir, no sólo de Colombia sino de
América entera. El instante es oportuno y no tenemos derecho de despreciarlo.
La Ética y la Moral son hoy nuestros paradigmas. Tenemos los líderes, tenemos
los grupos de lucha, tenemos lo requerido para lograr nuestros objetivos.
Como
honrados, honestos, nobles, conscientes, sí podremos pasar por el hueco de una
aguja.
JUSAVÍ.
Chachagüí,
25 de Abril de2014.
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