L A U R E N T I N A
Las permanentes preocupaciones de
Laurentina no carecen de causas que motiven su estado anímico.
Fundamentalmente, cuando el mes empieza
y el dinero, a su vez, falta, su estado de ansiedad, su
angustia, sus rezos continuos, se evidencian más. Constantemente las
preocupaciones son mayores y los sobresaltos, generalmente infundados, se
fortalecen.
Hay otra serie de razones que inciden
frecuentemente en su comportamiento e
impiden su normalidad. Es entonces que para desfogar, como ella misma lo
manifiesta, recurre a la grosería; en ocasiones, a tratar mal a las
personas a quienes no comprende por la
diferencia, más aún, si estas padecen de alguna deficiencia mental que las
limita en el hacer bien las cosas, tal y cual Laurentina lo exige, porque no se
puede negar que se trata de un ser humano, no obstante, sus dificultades, evidentemente
activo, pero, también, altamente comprometido con su yo exigente.
Las dificultades para conciliar el
sueño, fricciones, a solas, esto es, no
frente a ellos, con sus nietos, biznietos, obviamente traviesos,
desordenados, alteran su conducta. Procura siempre que las soluciones a
pequeñas deficiencias en su hogar, se den de inmediato. Ella, por ejemplo, no
puede, jamás, quedar mal con un compromiso adquirido, que bien podría esperar.
Respecto a su temperamento, su carácter,
puede decirse que es bastante diferente en casa que fuera de ella. En la calle,
con su vecindad, goza de enorme aprecio, de cariño, de amor, de todos quienes
la tratan o ya la conocen. Pero, si le da la mano a alguna persona del sexo
masculino, se apresura a lavar sus manos. No obsta, sin embargo, que frecuentemente
lo esté haciendo en casa porque es una mujer eminentemente aseada.
No es ordenada, pero no le gusta, ver
las cosas en el lugar diferente de donde deben estar. Pese a eso, guarda
cualquiera de los utensilios de hogar o de su única propiedad y uso, en alguna
parte y posteriormente, al no encontrar
esto que necesite, se sulfura, grita y ordena a que se busque. Reaparece la
grosería contra la monedera, el celular, en fin, contra cualquier objeto de su
uso.
Da la impresión de que estamos frente a
una dama que pudiese ser un caso de lo que en algún tiempo se denominó
Neurosis, hoy día, quizá desequilibrio psiquiátrico. Y, desde luego, de
atención profesional. Pero no, Laurentina siempre ha sido un ejemplo, no sólo
para su familia, sino para otras, para la Comunidad. Su bondad con todos, en
especial con los desprotegidos, va más allá, múltiples veces, de lo común, de
lo ordinario. ¿Qué sucede?
Nadie carece de manifestaciones
negativas en un territorio donde los conflictos afloran por todas partes; se
necesitaría la santidad de Santa Teresa para comportarse de otro modo. Es una
situación que para las mujeres de hogar hoy constituye una sobrecarga en el
trabajo, en las obligaciones, en las
responsabilidades, con mucha mayor razón, en familias numerosas. La mujer se ha
hecho casi esclava, podría bien decirse, en un Sistema que jamás ha tenido en
cuenta a la ama de casa, para, por lo menos, reconocer su valía, su entrega a
la construcción de la Sociedad.
Físicamente, Laurentina jamás ha dejado
de ser hermosa, en todo el proceso vital de su existencia. En su tercera edad
es todavía más bella, porque la adornan cualidades que pocas mujeres poseen; en
la balanza del análisis, indiscutiblemente, pesa mucho, mucho más, lo positivo
que lo negativo.
Esta es la Historia de las mujeres más
valiosas del género humano que deben tenerse en cuenta para comprender mejor la
diferencia que la semejanza.
JUSAVÍ.
Chachagüí, 1de Agosto de 2913
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