¿E L
F I N Q U E R O?
Esta es una narración que
quizá no tenga muchas implicaciones en los territorios objetivos de una
familia, en especial de un personaje, cuyo título la identifica, pero sí en los
territorios imaginarios de una larga descendencia y en la memoria histórica de
la familia.
Era por costumbre achicar los
terneros muy temprano, tal vez entre las 4 y 5pm. De todos los días, porque así
las vacas producirían muy buena leche en la mañana a las 6.30 ó 7am.
Generalmente, para la época, entre 15 y 30 litros, suficientes, conjuntamente,
con otras labores, para el sostenimiento del hogar.
La Historia, como podrá
advertirse, no tiene un largo tiempo, y se da en un espacio, inicialmente de
sólo siete hectáreas, más adelante cinco más, aproximadamente.
Empieza por allá en el año de
1938 y subsiste hasta 1946. No puedo recordar con mejor exactitud todo, mas
creo que es conveniente contarla.
El patroncito, el niño
Enriquito o don Enrique, tal como siempre lo llamaron unos u otros de los
coprotagonistas, esto es, su mayordomo o sus vaqueros (varios en el período
considerado) o sus peones, campesinos de la región, u obreros que, en muy pocas
ocasiones se requerían, por cuanto el
niño Enriquito, junto a su esposa, era capaz de realizar cualquiera
actividad que fuera necesaria, tanto en
la vaquería como en la agricultura.
Por entonces, el hogar contaba
ya con tres hijos, todos muy bien orientados y dirigidos por sus padres en los
aconteceres de la finca. Jamás les faltaron los medios para un desarrollo que
habría de manifestarse en el futuro de manera óptima. En la niñez inicial sus
juguetes fueron todos aquellos que correspondían a la sana naturaleza que
vivían.
Realmente la felicidad siempre
fue la fiel compañera de esta familia
que hoy con mucho amor se remembra.
Ciento cincuenta gallinas, de
cincuenta a sesenta chumbos, unos cincuenta patos, en su laguna, seis y, a
veces más, enormes perros guardianes, un cuyero de quinientos cuyes, de diez a
quince cerdos, componían el hábitat de los animales, siempre cultivados por la
ama de casa que jamás descansó en procurar sus sueños de progreso campesino en
un cielo de esperanzas, en una Arca de Noé de producción.
Fue costumbre de este gran
hombre, nuestro protagonista, llamar con nombre propio a sus animales
cuadrúpedos y, en ocasiones, hasta a sus bípedos, pero a estos por parte de la
extraordinaria matrona o por los niños. No los puedo recordar todos, pero
intento, de la mejor manera referirlos. El Kaiser, pienso que para todos,
extraños y foráneos, el perro líder, que jamás, fuera de sus amos, declinó su cerviz
ante alguien. Incluso los otros canes como el Sultán, el Cóndor, la Selva, el
Dante, siempre siguieron, por qué no expresarlo así, sus orientaciones. No cabe
en mi espíritu negar la inteligencia de otros seres, denominados inferiores de
la naturaleza Tierra.
El toro colorado El Dictador,
salta alambrados, zanjas, cualquier obstáculo, precisamente por no ser capado;
el Chivo, el Galeras, todos excelentes vacunos de carga de los productos de la
finca y de otros lares. De las lecheras fueron las más productivas y las más
importantes la Mulata, la Golondrina, la Pintura; una de ellas, la Mulata era
dedicada a la leche de la familia, al pie de la vaca, ordeñada por Enriquito o
doña Carmelita magistralmente. De esta tomábamos la espuma, en la hoja, llamada
la lengua de vaca; desde luego era la más mansa, incluso más que la golondrina
en la cual, muchas veces nos subíamos.
Las ovejas abundaron y muchas
veces fueron motivo de grandes paseos de familia, de rituales de su matanza,
como la de los patos y de los chumbos, llevadas a cabo por el gran protagonista
inolvidable de esta cortísima relación, acontecimientos en el que el goce
brilló por su sanidad y su armonía. No podía esperarse otra cosa: que se lo
llamase EL ENRIQUITO.
El cultivo de la papa fue
algunas veces fácil, otras difíciles, no obstante, para Enriquito y Carmelita
nada era obstáculo. En las temporadas azotadas por el Sol, llamadas verano, durante
la noche, con regaderas, ollas, jarras y otros utensilios, salíamos todos,
padres e hijos a regar, guacho, por guacho, planta por planta el sembradío
hasta completar casi, en varias oportunidades, una hectárea. La siembra se realizaba, cuando
esto fue posible y calendario, y la tierra no había sido violentada, en el mes
de Septiembre u Octubre y la recolección en Marzo, Abril o Mayo, trato de
aproximarme, con resultados hasta de 300 bultos de 60 kilos de papa gruesa y
sana.
En otras temporadas se cultivaba
el maíz, el trigo, la cebada; en toda época el repollo, la coliflor, la col, el
ulluco, la cebolla, en fin todos los productos de clima frío.
La casa grande, con
corredores, enladrillados, interconectados con amplias piezas, también
enladrilladas; construcción de tapia fuerte y cubierta de teja quemada, con
horno de quema de ladrillo y de teja, dibujaba una enorme ele (L) y aún existe.
Esta tenía su enorme troje, en cuyo soberado, encima del cuyero, se almacenaban magníficas semillas de
todo, en especial de papa chaucha o guata.
Los árboles de capulíes
significaron la distracción y también la pequeña economía de los críos. Cada
platillo pequeño lo vendían a centavo a los niños de la región, de tantas
familias amigas como los Gelpud, los Pinchaos, los Erazo, los Cuchala, los Winchín. Varios de ellos trabajadores de
la finquita y descendientes del gran Andrés Pinchao Winchín, el Patriarca de la
región.
La producción fue tal que la
ama de casa guardaba baúles llenos de huevos y de otros alimentos que sirvieron
también a las familias, de parte y parte. Nunca a nadie le faltó el alimento de
tan fértil tierra.
Los cerdos los vendía
Enriquito a buen precio, en las poblaciones cercanas. Estos fueron siempre bien
cotizados por su calidad y tamaño.
La venta de los productos se
adelantaba en la pequeña y sana capital de entonces, en la tierra de la Paz, en
la ciudad sorpresa de Colombia.
Hoy, no exactamente viviendo
de los recuerdos, pero sí añorando los tiempos idos, vuelve a mi mente la
necesidad de escribir, simbolizando sólo un momento, tanta grandeza de una
existencia.
Vivos en las memorias de su
descendencia, ahora descansan eternamente en el seno infinito del permanente
Cosmos, con el espíritu de Jesús en sus espíritus, quienes forjaron, con el sudor
de su frente, con probidad, la grandeza de una noble y extensa progenie.
JUSAVÍ.
Chachagüí, Domingo 11 de
Agosto de 2013.
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