CHOCITA DE LA FELICIDAD







                CHOCITA DE LA FELICIDAD




Aún existe en los corazones, en la sensibilidad de los espíritus, en la mentalidad de quienes, hace largos años, la habitaron, rodeada de floridas plantas, paso de senderos veredales, camino de muchas familias pobres que la contemplan con los recuerdos y la vivencian con profundo cariño.

Su amplio balcón con muro hacia el riachuelo y el potrero, pleno de rústicos juguetes, felicidad de los retoños de entonces, permitía la mirada al otro lado, a la carretera destapada conducente a la población cercana y, también, a la observación del horizonte infinito.

Frases inolvidables como: “qué guerguenza mi papi con esas barbas y tiene runión de padres de familia”, resuenan en el contexto de remembranzas que jamás desaparecerán del entorno familiar.

Evidentemente al frente, estaba la escuela, hoy colegio de secundaria,  dirigida por su padre con los simbólicos monumentos a las banderas y allí sus alumnos, siempre acuciosos de un porvenir planteado por sus padres y sus maestros. Correteando a las reses que les invadían el espacio de sus juegos y travesuras. Más aún en procura del aprendizaje, también, del Beisbol que el Director se empeñaba en que conocieran. Allí forjaban su inicial saber para el mañana y la constitución de una casta que habría de ser, no solamente la ilusión de sus familias sino la de su Patria chica.

Recorren las aguas de la vieja quebrada, testigo de las lavanderas, con su ruido de armoniosos movimientos, de pequeñas piedras siempre soñadoras expresando la existencia de una naturaleza que quizá nunca muera, porque su existir sobrevive el paso del tiempo y el desarrollo de la civilización.

En ella, la bella ama de casa, fuente de amor, de cariño, de moralidad, sin pérdida de valores, sin frustraciones, sin conformismo, lavaba los pañales de sus cuatro amados retoños y, en los cercanos montes del hogar, recogía la leña para sus labores de cocina sin que fuese inconveniente, otro retoño que en su prolífero vientre también deseaba pronto salir a conocerla. A conocer los nuevos reales que en la abstracción de la Realidad le depararían.

Y así fue; la nueva retoña llegó al pequeño mundo de felicidad que cubría por siempre las inatajables esperanzas de sus padres. Los gritos de satisfacción de todos se unían a las onomatopeyas de la pródiga naturaleza que otorga al ser humano toda la bondad, el amor y la libertad de su vivir.

A escuchar el murmullo de los cuyes, en la cocina del feliz hogar; el saltar del pequeño cerdito, gruñendo y hozando de cama en cama,  huyendo de sus pequeñines enemigos que lo echaban a su cuna para mejor quererlo y jugar con él.

Hoy, desde una vía ya asfaltada, se observa la pequeña vivienda que parece desear seguir existiendo, quizá para que, quienes la habitaron, no olviden jamás tanta felicidad que Jesús, desde el infinito Cosmos, traduce en los espíritus nobles como prueba fehaciente de su omnipotencia y permanencia sublime en los corazones que lo poseen.

Hoy, el amor subsiste, las esperanzas no han muerto y quienes vivieron esa dicha bendicen cotidianamente la plenitud de la existencia.



JUSAVÍ.

Chachagüí, 23 de Septiembre de 2013.


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